La inmortalidad del profesor
Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna forma seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestra palabra… Por eso el profesor nunca muere
Este texto puede servir también de pequeño homenaje al
recientemente fallecido Felipe Zayas; aprovecho para recoger una entrada en su blog en esa línea:
Ser mejor persona.
Y puesto que yo también he dado alguna clase, aunque haya sido a personas adultas, pienso si cuando comenzaban a dar sus pasos o balbuceos en euskera llegaron a ese punto. Y en la magia de algunos de mis profesoras y profesores que hicieran que aprendieran a ver el mundo tal y como lo hago.
Por cierto. Santos Guerra ha escrito con cierta frecuencia en su bitácora
sobre la muerte y su tratamiento en la escuela.